Suspiro Limeño

Me subí al avión contenta porque el clima estaba hermoso, el día soleado y mi despedida de buenos aires se dio tranquila. Vi mucho a mis amigas, pude pasar algo de tiempo con mi familia y si bien no hice mucha vida social por afuera de mi círculo íntimo, es lo que se puede con una hija de dos años. Aparte me da paja quejarme.

Ahora, con mi actitud viajeronoturista y todoestábien, creo que disfruté, aprendí y lo que no pude hacer lo haré la vez siguiente y chau.

Nos sentamos en nuestros asientos y en la ventanilla vimos a nuestra compañera de viaje, Rosario. Me sorprendió que en vez de poner cara de culo por ver que tendría que soportar patadas de una infante durante todo el dia, estaba super sonriente y no parecíamos molestarla.

Enseguida me dio charla y me contó que era su segunda vez en un avión. La primera había sido unas horas antes, desde Lima a Ezeiza. Su destino final era Madrid.

Le dije que Madrid era hermoso pues Andrés me contó y que seguro se iba a enamorar de Europa (?)

– voy sólo por unos días, el dos de marzo tengo que estar de vuelta en Lima.

Enseguida pensé que tenía los intestinos repletos de falopa, pero la veía tan serena que me incliné a que tal vez se pensaba quedar en Madrid (a hacer qué no sé pues España está un poco como el orto). Obvio no le pregunté por qué hacía semejante viaje para estar tan pocos días sino que hablamos de cualquier cosa mientras yo comenzaba a pensar que el avión se iba a caer y demas demencias que me suceden cuando viajo.

Ella completamente tranquila sacando fotos mientras yo repetía que ésta sería mi última vez, que las medidas de seguridad son al pedo porque si algo falla terminaríamos en el fondo del mar y que seguro éste es el avión que se cae etc.

Saqué mi cofre de la felicidad, corté 0.25 de la pastilla de rivotril de 2mg que mi santa madre me había tan gentilmente cedido y me la dispensé con un trago de agua. «querés un pedacito?» le dije y fue la primera de las veinte veces que le ofrecería fina y rica golosina de clona. Todas las veces me dijo que no y en una de ellas me contó la razón:

Resulta que a la pobre Rosario la revisaron cuatro veces al llegar a Ezeiza. Cuatro. No sólo le abrieron el bolso y sacaron una por una todas sus cosas sino que la dejaron en bombacha en una oficina mientras controlaban meticulosamente su ropa.

Entonces, dijo, no quería que la pastilla la hiciera hablar medio rara o ZEZEAR pues temía que eso la perjudicara.

A medida que pasaban las horas y yo practicaba yoga ashtanga y meditación guiada para no estrolar la cabeza de julia contra la ventana, nuestra amiga altiplana se ponía más y más nerviosa. No quiso comer nada y tampoco ver película. Cerraba los ojos y rezaba.

«Eres devota de algún santo?»

«sí, de San Carlos Darwin»

«ah, nunca escuché de ese santo, en Perú no se le conoce».

Pasaban las horas y Rosario rezaba y lloraba. Yo le ofrecía clona y le hacía repetir el discurso que habíamos preparado para la llegada a Madrid y al terror mayor: migraciones.

Ella ya venía con discurso preparado, que su tío le había comprado el pasaje como regalo por su cumpleaños número 21.

Yo le conté que la primera vez que pasé por migraciones con mi pasaporte recién hecho y sin un puto sello me trataron mal y yo le dije al oficial «a mi no me interesa quedarme en este país, odio europa, yo soy latinoamericana. aparte para qué me quedaría en España si ustedes están peor que nosotros». El tipo me selló el pasaporte y me dijo «te lo sello para que te calles».

Le aconsejé que no sea prepotente como lo fui yo -pues todavía desconozco cómo el español ese no me propinó una golpiza- pero que tampoco vaya demasiado sumisa pues se caería de maduro que algo raro había.

Le corté un poquito de rivo y le dije que ante los nervios podía tomarlo, que no la iba a hacer sentir rara mas sí muy segura y tranquila. Me agradeció y lo escondió en un paquete de pastillas.

Cuando estábamos por llegar fue al baño y una boliviana que estaba adelante nuestro me dijo casi al oído:

«no va a pasar migraciones. es muy tonta su familia, todos sabemos que Madrid es el filtro mayor. Tendría que haber llegado a Roma, en Roma pasaba, no controlan nada. Después se iba a Madrid en bus y chau. No va a pasar, la van a mandar de vuelta».

Se me estrujó el corazón.

Mientras terminaba de hablar con la boliviana ella volvía del baño sonriente. Me dijo que se sentía mejor, más segura, que le había hecho bien viajar con nosotras.

La dejé en la zona de pasajeros en tránsito y cuando nos abrazamos me dijo «no te conté, pero este es mi pasaporte a una vida mejor, estoy muy contenta, deseame suerte».

Me tuve que contener la emoción, le dije que todo estaría bien y que anduviera segura.

Nos saludamos mientras se perdía entre la gente subiendo la escalera mecánica.

Ojalá.