Rahul

El lunes pasado tuve mi revancha del restaurant lujoso, ya que en lugar de pagar una fortuna por seis piezas de sushi, esta vez fueron gratis y venían con gintonics gratis también. Nos invitaron a una despedida de no sé quién de la embajada norteamericana que fue en un bar divinísimo en el hotel Samrat. Fuimos con una chica del consulado y se nos pegó un húngaro medio denso pero ni modo que hicimos redistribución y cada uno se lo fumó un rato. Qué lindo que es comer y tomar cosas ricas y GRATY.

Desde que llegué que cuando ofrezco agua fría en botellita me la rechazan. No sabía por qué pero ya se develó el misterio. Mis alumnos no toman después de mí porque yo apoyo los labios en el pico de la botella y les da asco. Ellos se inclinan para atrás y vuelcan el agua directamente en la boca y así todos pueden tomar de una misma botella si no hay vaso. En cuanto a los cyclerickshaw pullers no aceptan el agua fría porque al estar haciendo esfuerzo físico bajo el rayo del sol y con temperaturas tan altas, el agua fría les da dolor de garganta, entonces sí o sí tienen que tomar agua a temperatura ambiente.

Hoy me enteré de que el viejito conductor de cyclerickshaw al que yo ayudaba se murió. No se sabe qué le pasó, por lo que me dijeron estaba sentado en el carro descansando y ya no despertó. La mayoría de los cyclerickshaw pullers comen, duermen y descansan en el carro del rickshaw. Lo alquilan por el día pero es más que el elemento de trabajo, es su casa también. Pregunté a Mamila por qué tan viejito y haciendo ese trabajo tan pesado y me dijo que eso pasa sólo cuando los hombres no tienen más remedio, porque si no sus hijos deberían reemplazarlos y ellos volver a su pueblo (generalmente son de zonas muy pobres como Bihar o Haryana). Efectivamente este hombre perdió a su familia a manos de los musulmanes que incendiaron su village hace unos años.

Anoche volviendo a casa en plena lluvia torrencial vi un caballo blanco todo cubierto de telas, collares y accesorios varios. Nada. Unas horas después empezó a tocar una banda súper fuerte a una cuadra de casa y bajamos los tres a ver qué pasaba. Estaba el caballo y unos ocho tipos con tambores y trompetas tocando frente a la casa de un vecino que a su vez estaba toda iluminada con guirnaldas de led. Los músicos tocaban mirando la puerta, como si esperaran la salida de alguien. A su lado estábamos los curiosos, sobre todo extranjeros que esperábamos ver qué pasaba. Nos avisaron que era, efectivamente, una boda y que el novio saldría en cualquier momento. Veinte minutos más tarde acercaron al caballo a la puerta de entrada y salió el novio todo emperifollado y sonriente. Saludó y se subió al caballo. Todo esto con la música de fondo que tenías que ser de piedra para no moverte. Los parientes y vecinos, también super lindos y felices, le dieron un plato lleno de maiz al caballo y empezaron a bailar totalmente sacados adelante del novio, guiándolos a un templo para que luego de unas oraciones terminen todos en la fiesta con la novia y demás parientes.

Nosotros nos volvimos a casa con una sonrisa de oreja a oreja, aquello fue muy entretenido.

Hoy fui a la escuela caminando y pasé por el mercado de Kotla, justo por la esquina donde aquella vez me quedé atónita con la vaca que paría y enchastraba de sangre a los puesteros. Me acuerdo y me muero de risa. Vestida occidental, con remera escotada y sandalias. Julia en el carrito. Cara de no entender nada. Incapaz de resolver, encontrar una dirección o hablar una palabra en hindi. Ahora ya ando como pancha por mi casa. Un mes pasó y ya soy tan distinta.

 

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Cholula

El tiempo pasa, nos vamos poniendo indios.

No soy el tipo de mujer que ama hacer compras. Me aburre muchísimo recorrer locales de ropa, tener que probármela y nunca sé qué comprar, no hay nada que me guste y no tengo visión para las combinaciones. Esa es la razón por la cual no estoy delirando de emoción con lo barato que es todo acá, con el algodón que parece seda, los colores tan intensos y la variedad. Mi amiga Josefina acá se vuelve loca. Lo mejor de todo es comprar tela y hacerte lo que te de la gana a medida. Nada de comprar algo que te entre, te miden y hacen que te quede perfecto. El modelo que te gusta, el color que te sienta bien. 

Ahora bien, tener que andar tan tapada con temperaturas de 45 grados a la sombra es insoportable. Mínimo los hombros y rodillas cubiertas. Nada de musculosa, nada de vestidito fresco y salir con short o pollera corta es impensado. Menaakshi, una de las maestras de la escuela, usa vestido largo con mangas largas, medias de nylon y se cubre todo con un pañuelo. De locos. Mientras yo me derrito ella está de lo más fresca. 

Hablando de ropa, el viernes Andrés se quedó cuidando a Juli para que yo pueda ir a comer sushi con algunos argentinos que conocimos en la embajada. El restaurant quedaba en el hotel Taj Mahal. No sabía que ponerme. Todos los vestidos que tenía de antes no me sirven acá y no daba ir con mi ropa india. Tanto pensar me fui con un pantalón medio roñoso, la misma camisa amarilla de Zara que ven en todas mis fotos y unas chatitas. Sólo me traje una cartera de Buenos Aires y no combinaba. Bueh, me fui con la mochila. Gracias a Ganesh tuve la delicadeza de maquillarme un poco. 

Salí de casa, paré un auto rickshaw y le dije el nombre del hotel y la dirección. Me dijo que conocía todo. OK. Primera vez en mes y medio que salgo a la noche. Es para encomendarte a la divinidad que más te guste y cerrar los ojos. No se ve nada, las calles no están iluminadas y pocos autos usan luces. Si no se te cruza una bicicleta se te cruza una vaca, veinte niños y un perro. cuarenta minutos después llegamos a un hotel, pero no era el Taj Mahal sino el Taj Palace. El otro quedaba a cinco kilómetros y el conductor no tenía ni la menor idea de dónde era. Paciencia. 

Paramos quince veces (las conté) para preguntarle a todo aquel que veíamos dónde quedaba este hotel. Allá a las cansadas llegamos. 

¿Están familiarizados con el concepto LUJO ASIÁTICO?

Bueno, imagínense un hotel inmenso, techos forrados de oro, arañas imponentes, mil seres humanos disfrazados que se encargaban de que no hicieras nada solo. Ridículo. Y yo casi en ojotas. 

Rico el sushi, pero me quedo comiendo momos con cerveza en un bar más sencillito.

En otro orden de cosas, ya tengo nuevo cyclerickshaw wallah, se llama Sipu y es de Calcuta. No sé más porque no me da mucha bola. Gracias que me acepta una botellita de agua. Debe pensar que quiero lavar culpas haciéndome la amiga. Y no está tan errado, para qué mentir. 

Estoy estudiando hindi y me encanta. Yo soy muy gorda lenguas originarias. Veinte minutos estuve en Bolivia y ya hablaba quechua rompiéndole las bolas a todos los puesteros. Acá igual, sólo que me miran con buena onda, los bolivianos me contestaban en español ignorando mis esfuerzos. Sabios. 

Ya tengo actor de Bollywood favorito. Se llama Aamir Khan y me gusta porque hace trabajo social. Tiene un programa de tv tipo Entre Moria y vos pero con tragedias indias. Un día se dedican a las parejas intercasta y después de un informe de cinco minutos el resto del programa son entrevistas a parejas que se escaparon de sus familias y viven escondidos, madres que lloran porque sus consuegros tiraron del tren a sus hijos y viejos que piensan que hay que seguir la tradición y no romper las reglas. En cada programa Aamir Khan se emociona y llora o abraza a la gente. Lo amo. 

También amamos mucho a Amitabh Bachchan, que usa su popularidad arrolladora para erradicar la polio en india, yendo pueblo tras pueblo a darle él mismo las gotitas a los chicos.  ♥

 

 

 

lujo, mami, OK?

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vivan los momos

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Aniversario

El sábado pasado tuve mi primer jornada de trabajo sola con los chicos. Preparé todo, practiqué las frases que sé en hindi y lo que iba a enseñar en inglés con mucha anticipación. Estaba nerviosa como el primer día que entré a un aula como profesora, allá por el año 2007. 

La idea de mis clases es enseñar inglés a través del origami. Al menos por ahora ya que la escuelita no cuenta con recursos, no hay pizarrón, ni sillas, ni mesas, sólo algunos chicos tienen útiles. Entonces arrancamos así y después veremos como seguimos. Son dos grupos, uno de chicos de cinco a siete y el de los más grandes, de ocho en adelante. A los chiquitos les llevé hojas numero cinco para que pegaran los peces de origami de distintos tamaños y colores. Entonces aprendieron algo de vocabulario, colores, números del uno al diez. Como yo les hablo en inglés y sólo cuando es necesario uso órdenes en hindi, también se van a ir acostumbrando a escuchar instrucciones en inglés. Con los más grandes fue un poco más fácil ya que están más familiarizados con el idioma que hablo. Fue complicado, no les voy a mentir, pero ellos aprendieron y yo también, es increíble lo que retenés ante la desesperación por comunicarte.

Terminé agotada pero súper conforme. Los chicos están muy predispuestos a aprender inglés, saben que les sirve y se desesperan por más. También son muy respetuosos, pacientes y buenos compañeros. 

Aprenderme sus nombres es un tema, se matan de risa cuando pronuncio mal o me los confundo, pero les gusta que hable algo de  hindi, que ya sepa lo básico como para defenderme.

Luego de casi cuatro horas no daba más de sed y le pedí a uno de los chicos que fuera a comprar coca cola. No quería pedir agua y tener que rechazarla si no venía en botella cerrada, así que me pareció lo más fácil para todos. Le di 200 rupias y se fue al almacencito más cercano. Terminamos la clase y limpiamos todo, levantamos los papeles, doblamos la manta que usamos para no sentarnos directamente en el piso y barrimos bien todo. Les dije que me tenía que ir y ellos en hindi me decían cosas que yo no captaba, pero básicamente entendí que no querían que me fuera todavía. Llamaron a un pibe grande que me explicó en inglés que los chicos querían que esperara las cocacolas así yo tomaba primera. Dije que no importaba, que tomaba en mi casa pero que tenía que volver con mi bebé. Ellos retrucaron que por favor, que yo las había comprado y que querían compartirlas conmigo. Esperé y tomamos todos. Luego me subí a un autorickshaw y volví a casa.

Al día siguiente partimos a Agra con Andrés, Ceci y Julia. Pensé que me había perdido la aventura del tren y que un viaje de tres horas en una autopista nuevísima y casi vacía no me daría anécdotas, pero claro, esto es India y siempre pasa algo. A la media hora de viaje comprobamos que el chofer se estaba quedando dormido en pleno viaje. Dos horas y media atentos a que no se durmiera. Si pestañeaba, alguno de nosotros cantaba o le daba un golpe a su asiento o nos poníamos a discutir en voz alta. Ahora es divertido pero en el momento me morí de nervios. Pensamos que tal vez habìa dormido mal, pero el lunes, cuando emprendimos la vuelta, el tipo arrancó de nuevo con el sueño y no lo podíamos creer. Tuvo una noche y medio dia para dormir, no sabemos que hizo pero no descansó lo suficiente. Otra vez tres horas de malabares para mantener al tipo despierto. 

El Taj Mahal es una locura de perfecto. No lo ves a lo lejos, sólo una vez que entrás al predio y caminás como dos cuadras. De pronto lo ves a través de una especie de arco y la emoción es tal que a mí se me caían las lágrimas. Gorda monumento. 

Al llegar de Agra nos vestimos occidentales no exhibicionistas y nos fuimos a la embajada argentina. Hay treinta argentinos registrados que viven en Delhi. Celebramos la fecha patria con empanaditas y vino. Este viernes salimos a comer sushi.

Estoy cada día mejor, con más proyectos y ganas de estar acá. Igual estar tan lejos hoy me pesa. Hoy se cumplen dos años de la muerte de mi viejo. Cómo me gustaría abrazarlo,  verlo jugar con Julia, contarle sin miedo a críticas todo lo que me duelen los rickshaw pullers. Él me hubiese entendido porque estas ganas de ayudar las heredé de él.

Todavía estás vivo en mi sentido del humor, en mi sensibilidad y en tantas otras cosas que solo los que nos conocen pueden ver. Todo mi esfuerzo y cada nuevo logro te los dedico a vos, papá. 

 

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ah listo que perfecto

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Un mes en India

Ayer estaba caminando por South Extention I, que es como un mercado del conurbano pero con cuatro veces más gente y más tráfico. El caos era tal que me costó unos veinte minutos encontrar un auto rickshaw que me llevara a Kotla. 

Una vez arreglado el precio me subí y el tipo en lugar de seguir por la avenida se metió por las callecitas porque pensó que adelantaríamos camino. Dos minutos más tarde esperábamos en el medio de una calle cualquiera, llena de gente pasando entre autos, cyclerickshaws, carros con electrodomésticos, vacas, pollos, camionetitas y muchos autorickshaws. Todos esperábamos a que se destrabe el tráfico.  Me perdí mirando cada bicicleta, cada tienda, cada puesto. Como un pibito ordenaba las telas por color, el cuidado con el que apilaba uno a uno los rollos de las telas más lindas y coloridas que se puedan imaginar.  Al lado una mujer le arreglaba el saree a otra. Dos hombres empujaban una bici con carro que llevaba una heladera y una tele recién salidos de la casa de electrodomésticos donde una rata tomaba agua sucia de un charco a sus anchas, sin que nadie la notase. Pasaban los minutos. Dos, cinco, diez. Algunos se bajaron tranquilos y se adelantaron a ver qué pasaba que no avanzábamos. Una vaca me pasó por al lado y me dio en la cara con la cola mientras la bamboleaba. Ni me molestó. Nada me molestó. Los hombres corrieron un par de vacas y unas motos y salimos del nudo de tráfico. Llegué justo al slum para la fiesta del día de la independencia. Hubo números musicales, charla de media hora en hindi donde casi me duermo y hago el papelón del año, comida y regalos. Al final me encontré bailando música de bollywood rodeada de gente con la que no me puedo comunicar más que con gestos y algunas frases aprendidas de memoria.

En el auto volviendo a casa recordé que un mes atrás estábamos llegando a India. Vivo acá hace un mes pero parecieron muchos más. Y aunque suene cliché, es cierto que este país te cambia. En un mes casi no tuve mal humor. Me indigné y lloré más que en todo el resto del año. Conocí gente en la calle, gente a la que pude hacer sonreír un segundo, a la que pude aliviar por un rato, cosa que para mí funciona como la más placentera de las drogas.

Un mes en este país que se vuelve protagonista de tu vida. No podés obviar que estás en India. No te olvidás un segundo de que estás acá y no en cualquier otro lugar. Acá cada día es un aprendizaje. Salís de tu casa y no sabés lo que te va a pasar, lo que sí sabés es que no te vas a aburrir y cualquier cosa que te pase no te va a ser indiferente. París es mil veces más lindo que Delhi y sin embargo me parece tan insulso. Seguro en Buenos Aires lloraría menos, pero no quiero volver. Resulta que este país tiene un no sé qué adictivo. La comida, los aromas, los colores, el caos, los momentos que te parten el alma. Te sentís más vivo. Valorás cada segundo de tu existencia. Vivís más. 

¿Qué Agostina seré el mes que viene? ¿Y en tres meses más? Seguro diferente a la que soy hoy.

Me voy a preparar mis clases y a ensayar esta canción, favorita de mis alumnitas. Las quiero sorprender mañana pronunciando un hindi decente.

Feliz día de la independencia, India.

 

 

 

 

 

Entre mujeres nos entendemos

El cyclerickshaw wallah nunca volvió. Tenía que venir el lunes para llevarnos al jardín y no apareció, tampoco al mediodía. ¿Le habrá pasado algo? ¿Será que no podía volver más y por eso me pidió la plata? Nunca lo sabremos.

Mamila dice que nunca lo vió antes, o sea que no suele trabajar por Defence Colony, que capaz que no le convenía venir hasta acá y se animó a pedirme los 2000 adelantados porque me vio ayudar a los chicos de la obra de al lado del jardín de Julia y que nunca iba a regresar. Que la gente de Bihar es así.

No me convence ni ella ni Arjit con lo de «la gente de Bihar es así» pero no se los digo.

El viernes llegó mi suegra Chechilia. Ni bien entró le dije que estaba llegando tarde al slum y que me tenía que ir. Le pregunté si quería venir conmigo y accedió, pero claro, no tuvo tiempo de cambiarse y tampoco le expliqué que no era exactamente una escuela como uno se la imagina sino era una improvisación de escuelita en medio de un asentamiento.

Para que tengan una idea se fue vestida con pantalón, camisa de lino y capelina haciendo juego.

Hubo mil momentos geniales, por ejemplo ni bien llegamos me dice:  «Lo único que espero es no ver ningún plumífero» (les tiene miedo) y mientras lo decía yo le desviaba la mirada de un montón de gallinas que estaban casi a sus pies.

La dejé sentada en una silla a un costado mientras festejábamos Raksha Bandhan (Lazos de protección en hindi) una fiesta que ocurre en la luna llena del mes de Shraavana (entre julio y agosto) y celebra la relación entre hermanos y hermanas. Los chicos hicieron unas pulseritas, las decoraron y cada chica la ató en la muñeca de su hermano (no tienen que ser hermanos de sangre). Desde ese momento cada niño protegerá a su hermana y no la abandonará en caso de que ésta lo necesite. Después hubo canto, baile y comimos dulces.

Obvio yo llevé mis papelitos y los chicos se volvieron locos cuando vieron los origamis, les dí uno a cada uno. Mientras los terminaba, uno de los chicos se sentó a mi lado y me pidió un papel. Estuvo media hora hasta que aprendió los pliegues e hizo su propio pajarito.

Mis alumnos de Budge y Fiorito tienen cero tolarancia a la frustración, mientras que estos no se desaniman por nada. Si no les sale algo siguen intentando hasta que les sale. Siempre con una sonrisa y buenos modales. Es un placer trabajar con ellos.

Cuando volví a mirar a Cecilia estaba rodeada de mujeres, hombres y niños, como si fuera ella una estrella de cine. Y un poco lo es.

Paseamos el fin de semana por el Central Park, comimos, compramos, nos empapamos con el monzón. Pero ella también notó que la energía de esta ciudad es bastante diferente a la de cualquier otro lugar y le está costando acostumbrarse. Entonces hoy fuimos a Lajpat Nagar a comprar telas, sarees y pulseras. En un momento ella quiso meterse en una super joyería. Yo hacía de traductora y me presenté como la ayudante/secretaria de Chechilia. Nos probamos mil pulseras de oro y piedras, aros, anillos. Les juro que no me interesaron nunca las joyas, pero ahora entiendo por qué tanta gente las desea. En una Ceci escucha la palabra «diamonds» y me interrumpe:

– dijo diamantes?

– sí, dijo que si querés te muestra anillos con diamantes

-ay sí, decile que traiga todos los que tenga

– pero hay que ver, ceci, capaz son diamantes de sangre y es un horror, porque viste que mueren africanos por los diamantes ilegales.

– Ningún diamante se obtiene con una aspiradora. Siempre hay algún muerto.

Cómo la amo. Cuestión que se probó de todo y, obvio, no compró nada. Cuando nos aburrimos me dijo que les informe que iba a pensar con qué diamante quedarse y volvía.

Terminamos regateando telas tiradas en el más mugriento de los locales.

En fin, la india es tanto más linda si podés perderte en sus mercados y comprar mil cosas hermosísimas gastando nada. Y si es con una mujer, mejor.

 

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camioncito

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rickshaw wallah haciendo la siesta

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chechilia y juli

Pasa en las telenovelas, pasa en la vida real.

«En India no se casan dos personas, se casan dos familias» dijo mi amigo indio mientras tomábamos chai ayer a la tarde. 

– Y qué pasa si te enamorás de una dalit?, Pregunté.

Sonrió y me dijo que no puede enamorarse de una dalit, que sus padres nunca se lo perdonarían y que él no los quiere decepcionar. Una dalit, una musulmana, una extranjera son imposibles en su vida.

Ahora está conociendo a una chica de una casta inferior y sabe que si todo prospera sus padres no van a estar felices pero que la pueden llegar a aceptar. En la primera cita ella le preguntó si sabía su nombre completo y él respondió que sí y que no era ningún problema. 

Me mostró su foto, le dije que era hermosa y me contestó que sí, pero que los indios no se fijan mucho en la apariencia física o la personalidad. Es totalmente secundario. Lo principal es que coincida la casta, la comunidad y que sean compatibles según el horóscopo. Después viene lo de sentirse o no atraído físicamente, compartir el humor o los gustos musicales.

Todas las películas de bollywood tocan estos temas. Siempre el chico del norte se enamora de la chica del sur o el brahamán se vuelve loco por la shudria y se escapan juntos mientras el hermano de éste persigue a la familia de la chica para matarlos. O sea, parejas que escapan a las reglas pero pierden todo en el camino.

Si bien cualquier hijo desea no decepcionar a su familia y cumplir con la tradición, hay quienes se rebelan y huyen con el amor prohibido, pero siempre con la culpa de haber generado el disgusto de su vida a sus padres. Y ni hablar de que muchos no pueden volver jamás a la casa paterna.

Hace unos días leí en el diario el caso de un adolescente que fue apaleado por los hermanos de la chica que le gustaba. Lo mataron porque se acercó a hablarle y le dijo que era linda. Sólo por eso. Claro, era de una casta mucho más baja y la familia de la chica lo tomó como una falta gravísima. El chico tenía 17 años.

 

En otro orden de cosas, hoy durante el viaje de vuelta del jardín de Julia a casa, el cyclerickshaw wallah me dio este papel. No sabe leer ni escribir, pidió ayuda para que alguien lo hiciera por él.

Cuando llegamos le dije a Mamila que haga de intérprete y el hombre nos contó que es de Bihar (provincia pobrísima) y tiene tres hijos, que quiere mandar esa plata a su familia y que a cambio trabaja gratis hasta pagar su deuda. eso serían unos veinte días de llevarnos y traernos a la escuela. Mi amigo indio dice que no le dé nada, Mamila que no sabe porque no lo conoce, en twitter opinan que sí. Veremos. Les cuento mañana.

 

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Baby steps

Pasos de bebé.

El otro día me agarró lo que mi amiga Yisel llamó «la chiripiorca». Digamos que me pegó mal el slum, la distancia, la india o lo que sea que pasó, pero me puse muy ansiosa y negativa. No podía parar de pensar en todo lo malo que había visto ese día, me sientía una idiota por haber venido acá, a esta realidad, me preguntaba por qué no me quedé en Palermo. El mundo es una mierda. Andrés me decía que sabe que yo no quiero un trabajo de oficina o en un colegio o empresa. Que lo que hago bien es hacer cosas por los demás. Que aunque yo me fuera India iba a seguir así y las cosas iban a pasar lo mismo. Que en cambio podía quedarme y hacer algo por algunos, unos pocos, hacer nada, algo lindo, algo simpatico, lo que sea. Estuvo tres horas consolándome hasta que me calmé, aunque para eso tuve que dispensarme una tacita de clona.

Ayer estuve mejor y fui a Kotla Market a comprar libritos para colorear, colores, crayones y juguetes para los vecinos del jardín de Juli, los que viven en la obra. También arreglé con un cycle rickshaw wallah para que pase cada mañana y cada mediodía por casa para llevar y traer a julia del jardín.

Hoy llevé cinco paquetes con  cositas para cada uno de los niños que viven ahí. La alegría que tenían.

Armé un proyectito para la ONG en la que voy a trabajar y me fui a Lajpat Nagar a buscar mi ropa nueva hecha a medida. Obvio que pensé que sería una tarde normal y corriente, pero esto es India y cada cosa que hagas, cada vez que salgas algo va a pasar y te vas a sorprender o angustiar o te vas a alegrar, como me pasó a mí hoy.

Paré un autorickshaw, le dije que iba a Lajpat Nagar y pregunté cuánto me cobraba.

«you say how much» (vos decí cuánto).

Respondí que si estaba bien 40 rupias y meneó la cabeza, o sea que sí. Nos reimos todo el viaje de cualquier cosa en Hindi-inglés.

Llegué y me puse a buscar el lugar porque había perdido la tarjeta con la dirección. Preguntando preguntando se me acercó una niña a pedirme rupias. Le enchufé un librito con unos crayones. Se acercó otra nena, le di una muñeca. Por último viene una mujer con una bebita, le dije que no tenía nada más y me siguió durante media hora mientras yo buscaba la tienda de Rahul. Preguntaba en cada esquina si conocían al Rahul este. Cada esquina miraba para atrás y estaba la mujer con la bebita. En una unos indios empezaron a llamar por celular  hasta que localizaron al tal Rahul y me llevaron a su taller. íbamos el indio, yo atrás del indio y la mujer con la bebé atrás nuestro.

Llegué, le agradecí al indio, me probé mi nueva kurta, pagué y salí. La mujer seguía ahí. Esta vez me mostró un papel que tenía el nombre de una pomada. Cuando la volví a mirar le había sacado el velo a la bebé y me mostraba que tenía la piel lastimada. Rahul hizo de traductor y salimos para una farmacia. Unas cuadras después en la farmacia compré la crema y la dueña le dio las indicaciones a Amira. Salimos de ahí y le pregunté si quería agua. Me contestó que prefería leche para Nazeera, la bebé. Allí fuimos y compramos. Después paré un rickshaw y me volví a casa. Me saludaron las dos de lejos con una sonrisa.

Llegué y Mamila y Komla (la niñera) estaban en la plaza con Julia. Hablaban de Sai Baba. No el Sai baba que fue a lo de Susana, sino otro, uno recontra famoso que no era un chanta como el de rulos. En el próximo post les cuento mejor.

Estoy aprendiendo hindi, mañana vuelvo a la villa en Kotla y el viernes viene mi suegra.

Como dice Mamila: «you not hurry, very slowly india gets in your heart».

 

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Villa Kotla

Anoche una amiga me dijo que no entendía si yo estaba contenta o hinchada las pelotas. Que no estaba siendo clara, que parecía un toque desequilibrada, un día posteando que amo india, al otro que odio a los indios. Me quedé pensando en porqué me pasa esto de estar tan ciclotímica y sacada.

Hoy a la mañana me levanté, desayunamos y preparé a Juli para llevarla al jardín. Con ella a upa y su mochilita esperé y esperé un auto rickshaw. Nada. Ya estábamos llegando tarde así que no tuve más remedio que parar una cycle rickshaw. Le dije a dónde íbamos y con señas le expliqué que tenía que dejar a la bebé y volvía. Fuimos a dos kilómetros por hora, el tipo estaba cansado. LLegamos. Me bajé, dejé a Juli, voví al carro y noté que el hombre no estaba del todo bien.

Ya le había dicho que vovíamos al block A, o sea que me subí y arrancó. Un kilómetro por hora. No podía ni pedalear. Me sentía una forra pero tampoco me daba para bajarme. Al final se bajó él y empezó a tirar de la bici caminando. Le dije que pare y me bajé también, le pedí que se sentara en el carro y le ofrecí agua que siempre llevo en la mochila y por suerte todavía estaba fresca. Tomó, le di unas galletitas  y cien rupias. Me contestó que no, que veinte estaban bien y me negué a aceptar el vuelto. Me vine caminando a casa.

 

A las dos de la tarde nos fuimos con julia a visitar un poryecto de la ONG para la que voy a trabajar. Es en Kotla, a unos diez minutos en auto. Es en el medio de un slum, o sea una especie de asentamiento. Nos perdimos. Nadie hablaba inglés. La gente del slum se acercó a ayudarme e hicieron de todo para que lleguemos a la carpa donde estaban dando clases a unos veinte niños. Una carpa, una lona en el piso, los chicos sentados dibujando y dos ventiladores que paliaban el calor.

Después de las clases la coordinadora nos hizo recorrer el asentamiento. Nos mostró cómo malvive la gente, once o doce en una carpita de dos por dos. Literal, sin exagerar. No tienen gas ni agua. Cocinan quemando maderas. Traen agua en baldes desde otra zona del barrio.

Todos los chicos dibujaron, cantaron y comieron. Se reían a carcajadas de las caras que hacía julia o de cómo yo pronunciaba mal sus nombres.

Después nos ayudaron a conseguir un auto rickshaw para volver, pasando por el mercado de la otra vez, con vacas, autos, bicicletas, gente, puestos, cabras todo mezclado y conviviendo en perfecto desorden.

Ahora, en casa, pienso que es muy lógico que esté ciclotímica. A la mañana me levanté amando este país, salí y me desarmé de tristeza. Tres horas después se me hacía agua la boca con la comida de Mamila, y un rato más tarde miraba como niños de la edad de mi sobrino jugaban con huesos sucios de vaca como si fueran el mejor juguete del mundo.

Si bien me estoy acostumbrando, no sé si algún día podré estar del todo segura de que voy a salir de mi casa y no me voy a amargar, no voy a llorar, no voy a indignarme y querer agarrarme a trompadas con alguien.

Definitivamente este país no es para cualquiera. En mi caso siempre fui muy sensible al dolor ajeno. Bueno, acá no se puede caminar dos cuadras sin ver una escena que te parte al medio. Entonces para mí es un enorme desafío no solo dejar de ver todo con ojos occidentales sino poder lidiar con mi incapacidad de tolerar el sufrimiento y desprotección de tanta gente.

trabajar me va a hacer muy bien. Así que ahí vamos, arranco el miércoles. Ya les iré contando.

 

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Barco Pirata

Hoy nos preparamos para salir un rato los tres y cuando estábamos en la puerta se largó a llover torrencialmente. Volvimos a subir, mala suerte.

Un rato más tarde dormí a Juli y Andrés también estaba dormitando entonces me fui al tempo del otro día, Kalkaji Mandir. 

Entré, me tuve que descalzar, cosa que me dio asco y lo pensé varias veces porque el piso estaba mojado, con tierra y lodo. Pero si no lo hacía me iba a perder de lo más interesante, las ofrendas a los dioses, así que dejé las ojotas a un costado y me metí en el templo. Mil imágenes de los dioses más raros y pintorescos que se puedan imaginar. Fieles cantando y ofreciendo comida y flores. Muy interesante. Seguí caminando y me interceptaron unas niñas pidiendo rupias. Eran cinco, pero como me vieron dudar aparecieron más y más. Si sacaba la billetera sabía que no iba a poder darles a todos y que iba a ser un bardo, entonces se me ocurrió algo mejor. 

Caminé hasta el parque de diversiones del horror y estaba vacío. No sé por qué, pero no había nadie usando sus peligrosas atracciones. Hablé con los empleados y pregunté cuánto salía dejar pasar a los chicos a subirse al barco pirata y a una especie de calesita. Me dijeron que 140 rupias. Ok. Como pude, con gestos, les dije a los chicos que se subieran. No saben la alegría de esos niños. Me emociono de sólo recordar los gritos y sus risas. Yo los saludaba y les sacaba fotos desde abajo. Cuando el barco agarró velocidad pensé que si algún chico se caía me iban a linchar ahí mismo. Pero bueno, ya estaba el barco andando y me encomendé a ganesh. Miré al costado, un nenito con un sólo brazo me tiraba despacito de la remera. Se había juntado otro grupito a mirar. Este grupo era de niños que no se tiran arriba de los turistas a pedir, sino más bien son más sumisos. Era tremendo verlos, uno sin el brazo, el otro rengo, uno ciego y así. Hablé con el empleado y le dije que le daba otras 140 rupias y que cuando terminara la primera tanda los deje subir a ellos. Bajaron los primeros, excitadísimos, y subieron los segundos. Para evitar desastres me fui con todos los primeros que me siguieron. No pude ver a la segunda tanda de niños, pero sí me aseguré de que todos subieran.

Seguí caminando hacia la avenida con los catorce pibitos atrás mío que me hablaban en hindi. Mientras esperaba un auto rickshaw, un pibe que hablaba inglés me hacía de traductor. Una de las nenas, Kima, tenía una cicatriz que le cubría todo el cuello. Le pedí que le preguntara qué le había pasado. Según le dijo Kima al pibe, un día un familiar le cortó el cuello. Como pudo se escapó y la ayudaron unos vecinos. Ahora vivía sola en la calle con sus amigas.

Me subí al auto y les prometí que iba a volver un día de estos y se iban a volver a subir al barco pirata.

En el rickshaw me vi en el espejo y tenía una marca roja entre los ojos. Había sido Kima, pero entre tanto revuelo no me di cuenta.

 

 

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