Rutina

Hoy pasó lo que le pasa a cualquier occidental en una ciudad como esta: el colapso nervioso.

Mi madre no aguantó más, no supo ya de dónde sacar buen humor y positivismo y me dijo todo lo que piensa de este país. Que lo odia, que piensa que me equivoqué, que soy terca y por eso no me vuelvo, que nadie en su sano juicio puede querer vivir acá, que soy una inconsciente por exponer a mi hija a todo esto. Que nadie puede ser feliz en una ciudad donde el smog no te deja ver el cielo celeste, donde hay bebés tirados en cada esquina, donde los viejos están abandonados a su suerte, donde todo el mundo sufre, donde el caos reina y todo es un mar de gente.

Me sentí mal por ella, triste porque la entiendo y porque no supe ser más firme y pedirle que nos viéramos en Roma.

Me angustié y me quise tirar en el sillón a llorar lo que exraño a mis amigos, lo que me cuesta que se venga el invierno mientras todos en Buenos Aires piensan en el verano. Me quise hacer un bollo y llorar hasta quedarme dormida y mañana será otro día.

Pero mi hija seguía a puro «yellow, green, párpl, blú, nana, ápl». Entonces me tiré al piso a pintar con ella y a preguntarle qué color es este y cuál este otro y qué es esto y la canción de los gatitos.

Cuando vi que ya era la hora, así toda sucia como estaba, le cambié el pañal, le calenté su mamadera y se la tomó tirada en la cama conmigo. Después se levantó y yo atrás suyo, apagando las luces del comedor y respondiendo al upa.

Entonces, con las luces de afuera, las que quedaron de Diwali, le canté la canción de cada noche mientras la miraba, con todos sus rulos en los ojos, haciendo fuerza inútil porque el sueño la vencía. Me quedé cantándole un rato más, y antes de quedarse dormida, como siempre, me dio un besito en el cuello.

la acosté.

Y pienso en las rutinas que a veces me agobian pero siempre me ordenan y me obligan a salir del drama. Porque, la verdad, no es para tanto. Todo va a estar bien. Y porque hoy me doy el gusto de dormir con ella.

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¿Qué pretende usted de su niñera?

Ante la llegada de un hijo y a menos que no seas ama de casa y te estés por pegar un corchazo, en algún momento, necesitás que alguien se quede con tu crío para poder salir a vivir un rato.

Ya sea que contrates a alguien que venga a diario o sólo una vez por semana, en algún momento surge la pregunta: «¿qué carajo hace esta persona con mi hijo?»

En mi ex grupo de madres en fb, una de las madres contaba que le prepara a su empleada una lista de tareas diarias para que no pierda el tiempo, es decir, que cuando el bebé pestañea ella puede ir pasando el trapo al piso y si El Niño duerme una siestita, la señora debe aprovechar para cocinar, planchar y almidonar a la vez. Porque nada mejor que una empleada PROACTIVA.

Yo soy bastante relajada, tal vez eso tenga algo que ver con que un día llegué a mi casa y la niñera estaba borracha (bueno, soy una exagerada, estaba alegre nomás). Ahora tengo otra niñera, kari, que es mucho más respetuosa del hogar y no se le cae ningún botella de vino al piso.

Más de una vez he llegado a casa y kari estaba mirando intrusos (la banco) y Julia jugaba sola en el piso con sus juguetes. Muchas otras veces llego y Julia duerme y ella toma mate jugando con el celular.

Ahora, ¿qué se supone que tengo que hacer? ¿Pedirle que juegue 24/7 con Julia? No puedo pretender que pase las seis horas jugando, estimulando, charlandole, cantándole. Ni siquiera yo, su propia madre, le doy bola todo el tiempo. Es un embole para ella, para mi hija, y, sinceramente, lo veo ridículo e hipócrita. Yo misma no paso mi horario laboral entero sin chequear el celu cien veces y cruzar al kiosco a fumarme un cigarrillo. No puedo pretender que ella no se relaje y descanse un toque del bardo constante que genera una pibita de un año y además, me gusta que Julia juegue sola un rato, que sepa estar en silencio con sus cosas y que mire alguna novela de canal nueve.

¿Qué pretende usted de su niñera?

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Desapego

Si hay algo que no soy es la típica madre hinchabolas que te da un minuto a su bebé y vos le podes ver el miedo/nervios/malestar en la cara. Te lo presta pero lo cubre, le habla, le agarra la manita y ante el menor quejido te dice «ay, si, es que es muy pegado a mí, a ver, dámelo». Ok, loca.

No me salten a la yugular, me refiero también a los padres, un claro ejemplo es mi hermano. Holis, Juan, te quiero pero sos muy neurótico.

A mi me encanta que le hagan upa a mi hija, que le jueguen, que desaparezca de mi vista con alguien que disfruta de tener un bebé un ratito. Me parece sano para ella y genial para mí. En los cumpleaños siempre me cargan (sobre todo Juan) porque mi hija pasa de mano en mano, yo apenas la voy a ver de a ratos mientras bebo y devoro dulces como desenfrenada.

Mi madre hace lo que quiere con Julia, incluso le debe hablar de energías y ángeles y de que el abuelito la está cuidando desde el cielo (mami te amo, pero asumámoslo, NO) y yo la dejo, jamás le doy una indicación, es libre.

Y con su abuela paterna soy exactamente igual. Cuando fuimos a visitarla a Roma el pasado agosto, ella había puesto la cuna de Julia en su cuarto y a mí me pareció una idea genial, porque lejos de verlo como una invasión, lo vi como una forma de disfrutar al máximo de su nieta y dejarme descansar a mí. Esos días ella la vistió como quiso, le dio de comer lo que quiso, la metió al mar, la llenó de arena, se metió con ella a la pileta con agua helada, se la llevaba con sus amigos. me encantó y fue muy divertido para las dos.

Ellas hacen y deshacen a su antojo y yo las dejo. Tal vez porque a mí me criaron mis abuelos junto con mis padres y eso fue lo mejor de mi niñez.

Me gusta la idea de que aprenda de todos, que escuche a todos, que la criemos en manada. Lo que más me gusta de mí como madre es esa capacidad de soltar.

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Acá mi madre cuidando de Julia mientras yo tomaba cerveza del pico y caminaba sola por París.

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Acá Cecilia bañando en agua helada a Julia. Hacía frío y la bebé salió temblando, pero díganme si no es un hermoso recuerdo?
Ceci, te extraño, estoy acumulando vino blanco para cuando vengas.

Duérmete niña

Luego de intentar un par de noches (sí, sólo dos) el tema del cuentito, calmarla cuando llora y demás, tomé una decisión: no escuchar a más nadie y hacer lo que quiero.

Es muy difícil que duerma en su cama y en su cuarto, pero lo más difícil de todo es dormir sin ella. La verdad, me encanta dormir con ella. Ya no es una bebita diminuta (ok, nunca fue diminuta, hablo de la versión recién nacida de Julia, o sea cuatro kilos de rollos), esa Julia ya fue, ahora es otra y también va a seguir creciendo y a convertirse más y más en una niña. No me puedo dar el lujo de dormir lejos de esos rollos, de esas piernotas gordas que pellizco entre sueños. Me vuelve loca abrazarla y que me despierte con sus manitas en mi cara. Entonces, Faga, capo, te quiero pero no voy a aplicar tu técnica del sueño. Abuela paterna de Julia, mi querida Cecilia, sos lo más de la vida y te extraño, estoy deseando que vengas y reírnos tomando vino blanco y contando anécdotas locas, pero en esta no te hago caso.

Hoy, mañana, pasado y hasta que se nos ocurra, dormiremos pegadas.

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Como en los viejos tiempos

Ayer visitamos a una amiga que tiene una bebé de un año, Antonia, y otra en camino. Antonia heredó y recibió desde su nacimiento muchísimos juguetes. El playroom de la casa parece disneylandia. Tiene hasta un mini pelotero. Me dan ganas de tirarme a la alfombra a hacer castillos de lego, jugar con el carrito de las compras o con la mesa interactiva, es genial.

Ahora bien, mi hija juega con tapers. La verdad no ha recibido muchos juguetes y yo le compro sólo los que me indica el pediatra. Cada consulta me dice «bueno, ahora le puede interesar jugar con una pelota y autitos» ok, voy a once y compro una pelota y una gallina con ruedas y listo. Disculpen pero he comprado juguetes de marca, lindos, hermosos y Julia sólo quiere jugar con la caja. Nah. Hace una semana en lugar de entrar a una juguetería entré a isadora y me compré pulseras y collares y se las presto para jugar. Es genial. El top five de objetos amados por Julia es:

El frasquito de ferramin (hierro)
Esmalte rojo
Pulseras de colores
Cajita de tic tacs
Taper chiquito

Todos los demás juguetes le aburren y no la entretienen más de diez segundos. Ahora, con el esmalte puede estar toda la tarde.

El otro día hablaba con una amiga de que Julia y su relación con los frasquitos me recuerda las historias de mis abuelos maternos que jugaban con huesitos de vaca o carreteles de hilo, o peor, los paternos, que jugaban a esconder monedas de los alemanes durante la guerra.

Hablando de juguetes, una amiga me pasó este link y por dios, si no lo vieron aún, deben verlo, es genial.

Update

Julia está hermosa y grande, saluda, hace «que linda manito», gatea por toda la casa persiguiendo al pobre gato y come bien (como habrán notado).
Es primavera al fin, vienen los días lindos de paseos y de bicicleta por la ciudad. Yo ya tengo mi peso de antes del embarazo y me siento más cómoda en mi cuerpo.
Este es un blog que escribo para mí, a modo de crónica de mis días como madre y quiero que este post aparezca en el archivo a modo de recordatorio de estos días que son difíciles, aunque ustedes no entiendan la razón de mi tristeza.
Lo importante es que estoy fuerte y voy a salir adelante, como siempre. Esta vez no sola sino con mi hija.

Además de mi hija están mis amigos y mi familia, claro. Y en los peores momentos, cuando no quiero hablar con nadie, esta ella.

Gracias, tkm beyoncé.

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Yo le miento al pediatra ¿y usted?

Mi hija tiene un pediatra amoroso y relajado. Lo puedo llamar cuando quiero, me atiende y me despeja dudas, me tranquiliza. Aún así le miento descaradamente.
¿Por qué? No lo sé, pero le miento. Podría bancarme mis posturas y cuestionar las suyas, de hecho podría contarle lo que hago, la madre soy yo y hago lo que quiero, pero me aburre, prefiero mantener estas pequeñas mentiritas.

Aquí algunos ejemplos:

Pediatra: mamá le diste la vacuna de la gripe, no?
Agos: claro, sí, el mes pasado.
Realidad: de haragana no la llevé en su momento y ahora no hay y paja mortal.

Pediatra: a la hora de la comida nada de cuchara, que ella coma con los dedos, tiene que experimentar con las manos, la textura de la comida.
Agos: ok, buenísimo.
Realidad: ¿venís a limpiar vos el enchastre? Ni en pedo lo hago, come con cuchara y se acabó, qué experimentar ni experimentar.

Pediatra: nada de nebu, vapor. Baños de vapor tres veces por día durante diez minutos.
Agos: ok, tres veces por día.
Realidad: la reputisima madre, me embola estar en el baño sufriendo de esa manera tres veces por día, el frizz que te queda en el pelo es un horror, en mi baño cuando prendo la luz se prende el extractor y tengo que estar a oscuras con la niña y mucha paja, lo hago una vez x día a lo sumo jiji.

Pediatra: jueguen juntas en el piso, no más de quince minutos diarios de tele.
Yo: no, claro que no, juegos y música.
Realidad: lo único que le falta a Julia es picarse con jeringa de baby tv, está siempre de fondo y me permite bañarme, cocinar, vivir.

Pediatra: a la noche si llora te levantás y le hablás, la tranquilizás pero no la lleves a tu cama.
Yo: ok, le hablo y me vuelvo a acostar.
Realidad: todo ocurre en estado de zombie total, lo que sé es que me despierto con la pibita al lado mío.

Y en esto la máquina de la verdad de chiche gelblung colapsaría, tamaña mentira es digna de una reprimenda.

Pediatra: entonces eso es lo que puede comer. Nada más. Y sobre todo, NADA DE PAN.

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Vacaciones en el baño.

Llegó la famosa angustia del octavo mes. Resulta que ahora cuando no me ve porque estoy en el trabajo es todo risas, pero si estoy en casa y no juego/charlo/canto charlie y los números/le doy de comer o lo que sea a su lado, llora. Y llora desconsoladamente. O sea que hago todo con ella al lado.

El sábado me pasó algo genial, algo que me hermana aún más con todas las madres y es que dije «me voy a bañar» y me metí al baño. Abrí la ducha y no me bañé. Simplemente me escondí un rato, loca de contenta, extasiada de felicidad boludeando sola, sentada en el piso como una fugitiva que encuentra el lugar perfecto.

Y me reí.

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Al trabajo con Julia

A las 8 dela noche sonó mi celular y era el abuelo de Julia, que estaba muy engripado y no podía cuidarla la mañana siguiente.

¿Qué hago? Porfi puede venir a la una recién, yo me tengo que ir a las ocho y pico de la mañana. Toda esa seguridad que tenía hasta el día anterior se me fue a la mierda. Estoy sola, mi bebita que sale recién de una gripe depende de mí y no sé que hacer.
No me convencía faltar, recién vuelvo de mi licencia y me encanta mi trabajo, no había avisado con tiempo y si faltaba iba a necesitar un certificado médico y llevarlo hasta Lomas a reconocimiento, o sea que igual iba a tener que salir con ella.

Me fui a dormir porque no daba más de la angustia. Obvio que la pasé a mi cama.

Al otro día me desperté bien temprano y tenía que decidir, pero ya no lo veía como una tragedia, la mañana me hace ver todo menos terrible.

La llevo. Mi directora va a entender, mis compañeras seguro me la tienen un ratito al mediodía y mis alumnos se van a portar bien. Ni hablar que sé que Julia no va a llorar en la tela.
¿Y si se contagia gripe o algo? Y bueno. Este es el trabajo de su mamá y ante un imprevisto tenemos que adaptarnos una a la otra. Hoy le toca a ella adaptarse a mí.
Preparé el bolso, la abrigué bien, la metí en la tela y salimos. Un bondi, el otro, teta en el bondi, (porque hacemos 20, hagamos 23) y llegar a la escuela.

Tal como me imaginé mi directora me recibió con una sonrisa, mis compañeros y alumnos también. Las maestras me la pedían en los recreos y yo descansaba un poco. Mis alumnos también la tenían, la hacían reír y se portaron increíble. Mis alumnos de 6to me emocionaron cuando, tipo una de la tarde, Julia se durmió en la tela y todos hablábamos bien bajito para que no se despierte. Me preguntaban cosas, la corrección de los ejercicios en el pizarrón, ida y vuelta al comedor, todo en susurros para no molestarla.
Las últimas dos horas ya estábamos muy cansadas, pero también se pasaron rápido.

Volvimos a casa a las siete de la tarde, luego de once horas y no dábamos más, mi espalda todavía duele, pero contentas, ella risueña como siempre, yo feliz porque todo había salido bien y pude cumplir con mi hija y con mi trabajo. Baño, comidita y a la cama (cada una en la suya esta vez).

Me quedé dormida pensando en mis chicos, en como son, lo bien que me hacen. Son lo más demandante que hay, pero ayer se dieron cuenta de que tenían que ayudar y lo hicieron. Estoy orgullosa de ellos.

Y en cuanto a Julia, siempre que pensaba en mi hija, desde chica, la imaginaba conmigo afuera. Llevándola en la espalda, como las cholas, en la naturaleza o por la calle, en viajes, de paseo. Siempre. Y, por ahora al menos, esta pasando.

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